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jueves, 17 de marzo de 2011

ME COHÍBO

Al principio pensé que iba a ser fácil, pero después de ir caminando entendí que no era tanto. De hecho, prácticamente me estaba obligando a tener que hacerlo, porque claro, ahora no lo haría, pero tampoco debe ser tan terrible.


Seguí caminando y pensando en todo esto, pero iba mirando a alguien que sea más vulnerable a conversar con un desconocido, alguien que no tenga nada qué hacer o que no vaya apurado. Quizá que no vaya escuchando música sería lo mejor, así no sería tan fuerte el choque de llegar y hablarle a cualquiera.
Ví a alguien que cumplía los requisitos que pedía. Empecé a caminar más lento diciéndome que era ahora o nunca; sí, estaba demasiado nerviosa, me da vergüenza preguntar la hora en la calle y no me iba a dar esto. Por lo mismo, necesitaba una buena excusa para llegar y que me tome en cuenta.
Era un hombre. Estaba sentado mirando el alrededor, como si tuviera mucho tiempo para estar ahí antes de hacer lo que tenga que hacer, perfecto.

Lo saludé y luego me senté, era de esperarse que su expresión fuera extraña. Partí diciéndole desde el principio, para dejar en claro que no era una loca, que en verdad tenía que conversar con una persona que no conociera porque era una actividad para uno de mis ramos.
Se llamaba Pablo y estudia Ingeniería Civil, no me acuerdo realmente del nombre completo de su carrera, pero estudiaba en la Andrés Bello. Le pregunté también en qué andaba en ese momento, me dijo que estaba en una ventana y se iba a juntar luego con su polola. Lleva 3 años pololeando y ella estudia psicología en la Diego Portales. Ambos viven en La Reina, a 5 minutos de diferencia uno del otro. Para que no se perdiera el hilo de la conversación le comenté que yo también vivía por esos lugares, así que estuvimos hablando un buen rato de la comuna, los colegios, etcétera.
Tampoco podía evitar pensar que si ya llevaba mucho rato metiéndole conversa y él ya se tenía que ir o algo, pero aún así parecía entretenido con la conversación que teníamos, aparte ni nervioso lo noté por tener que irse.
Su celular empezó a sonar, el ring-tone era una canción de Pink Floyd y lo encontré maravilloso. Empezó a dar las indicaciones del lugar en donde estaba, así que saqué por conclusión obvia que era su polola y que venía en camino.
Cuando cortó le pregunté si le gustaba mucho Pink Floyd, y me dijo que era una de sus bandas favoritas. Le dije que era una de las mejores de todos los tiempos y él concordó con eso. Así que mientras esperaba a su polola – que tampoco le pregunté si en realidad era ella la que había llamado – nos quedamos conversando de Pink Floyd.
Después de tres minutos aproximadamente llegó su polola, lo saludó y también me saludó muy cariñosamente. Me despedí de ellos y le di las gracias a Pablo por el tiempo que se había tomado para ayudarme hacer mi trabajo, pero en realidad a conversar un rato.
Me puse los audífonos y me dio risa el hecho de haberme sentado con cualquier persona a conversar de lo que sea. Nunca lo hubiese hecho. Quise aprovechar el vuelo para escuchar Pink Floyd, y con Comfortably Numb me subí al metro para llegar a mi casa.

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